lunes, 19 de julio de 2010

Urbanismo con bocadillos · ELPAÍS.com

Como protagonistas o como simples decorados, las ciudades son parte integrante de los tebeos. Desde los superhéroes neoyorquinos hasta las luces de Tokio, retratadas en numerosos mangas, pasando por el París de Tardi, el papel de la urbe en los tebeos es tal que la revista británica Architect's Journal hacía el año pasado el ranking de las ciudades de cómic más importantes. Mientras, los arquitectos se inspiran de los tebeos para dar forma a sus proyectos más utópicos. La Ciudad de la Arquitectura de París propone este verano un recorrido por este fructífero y sorprendente diálogo en su exposición Arquitectura y Cómic: la ciudad dibujada (Archi & BD: La Ville Déssinée).
"El tebeo es fundamentalmente urbano", explica en la presentación de la exposición Jean-Marc Thévenet, antiguo director del Festival de cómic de Angulema y comisario de la muestra junto a Francis Rambert, director del Instituto Francés de Arquitectura. La muestra recorre, a través de más de 350 planchas, dibujos, vídeos y fotografías de unos 150 autores las influencias cruzadas entre el tebeo y la arquitectura.
La exposición se abre con un homenaje a Winsor McCay y al mundo onírico de Sumberland por el que se mueve su personaje Little Nemo. Como las de McCay, las primeras planchas importantes se publican en los suplementos dominicales neoyorquinos de principios del siglo XX, por lo que Nueva York se convierte en la primera gran ciudad del cómic. Los rascacielos y los edificios en construcción de la Gran Manzana, entonces en plena ebullición, símbolo de la modernidad y del sueño americano, sirven de telón de fondo a las aventuras de clásicos como Bringing Up Fathers de George McManus o The Yellow Kid de Richard Felton Outcault.
A partir de ahí, superhéroes como Spider Man y algunos "héroes cotidianos" escogieron domicilio en la ciudad de los rascacielos. Los autores europeos también cruzaron el charco con más o menos éxito, mientras que otros lo hicieron con sus personajes, como Tintín, del belga Hergé. Otros, quizás para facilitar la identificación a medida que el tebeo se popularizaba más allá de Nueva York, prefirieron recrearse en ciudades ficticias que son ya casi tan conocidas como sus ilustres habitantes: el caso de la mítica Gotham de Batman o la Metrópolis de Superman.
El foco de la muestra se desplaza a Europa en los años 50 y 60, coincidiendo con la exposición universal de Bruselas de 1958. Es el periodo dorado del tebeo belga, con la internacionalización de las revistas de Spirou y de Tintín y el triunfo del estilo más depurado introducido por Hergé. Desde los ochenta, llegan con fuerza los retratos asiáticos, con Tokio como ciudad de referencia, pero también Pekín y las grandes metrópolis chinas. Si el tebeo se nutre de la ciudad, hay que esperar la década de los setenta para que aparezcan claramente las primeras muestras de la influencia del cómic sobre la arquitectura. Ocurre con el nacimiento del grupo inglés Archigram, inspirado por el movimiento pop art y que imitan la estética de los superhéroes estadounidenses de Marvel Comic en la portada sus revistas.
Entre los proyectos arquitectónicos inspirados en el tebeo cabe destacar los dibujos futuristas de Antonio Sant'Elia, la maqueta de ciudad nueva de Aldo Rossi o un proyecto de Jean Nouvel presentado por autores de cómic. Aunque quizás donde queda más patente el cruce entre ambas disciplinas sea el Museo Hergé, el primero dedicado enteramente a un dibujante, en un impresionante edificio ideado por el francés Christian de Portzamprac.

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